martes, 3 de enero de 2012

Fin


Estatua oxidada, errante y amante de una mente retorcida, fiel musa de recuerdos tormentosos y sombríos. Abríamos nuestros pasos en medio del cementerio de los gigantes, de piedra, de hierro, de mármol, gigantes derretidos, gigantes derrumbados, ya no tan gigantes, ya no tan imponentes, sino pequeños e impotentes como una sombra bajo el cenit… escupiré en tu tumba, en tus aposentos, arañare tus huesos. Me quitare las marcas, mis cicatrices, tus recuerdos, aullare en silencio bajo el fulgor eterno de una luna sin noche, marcare mi terreno, limpiare mi sepulcro, terminare tu destierro… mirare mis manos, mirare tus ojos, mirare el cielo y al no ver nada me quedare en silencio.



Esculpiré tu rostro en frio y duro cemento, esculpiré nuestras penas, nuestras angustias, nuestro millón de cuentos, nuestros vacios recuerdos, mirare mis manos sobre el cemento, acariciare tu rostro sólo un momento, me llevare el recuerdo a tu tumba, y tu sonrisa a mi mausoleo, me pudriré en deseo y me sumergiré en vacío, caeré rendido ante mis pensamientos y tras una batalla ya perdida arañare mis manos y reabriré la herida, aquella que fue cicatriz, aquella que ya se me olvida… y sin heridas pediré silencio, rezare en secreto a mis dioses ocultos y les implorare para que hagan sobre ti un juicio justo. Tomare en mis manos la justicia en un martillo y me pondré en manos del destino y el desquicio, en manos del arrebato y el instinto y en menos de un segundo pulverizare tu rostro inerte, tu rostro solemne, tu rostro frió e indiferente, acabare con el pasado, haré pedazos el presente y olvidare todo futuro que se haya formado bajo las huellas de tu mármol.


Eras el olvido perfecto, la memoria ausente, no eras más que un trozo de roca muerta e inerte… aun no sé qué es lo que busco ni que es lo que destruyo. Y aquí me paro con un martillo en una mano y un millón de dudas en la otra y como un asesino, un psicópata obsesivo miro tu rostro, miro mis manos, levanto el martillo y me destrozo el cráneo.

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