Silbaban las balizas en la calle, con su sonido chirriante y sus
luces multicolores difuminando el cielo en una discordante combinación de rojo
y azul. Lo recuerdo como si fuese ayer, su cara desquiciada y el cañón de su
.45 mirando directamente a su médula oblonga. Su mirada ya muerta,
perdida en el más recóndito rincón de su mente… me era imposible quitar mi mirada
de sus ojos ya perdidos, sin fe ni esperanza, sumergidos en profunda
convicción, susurraba el derecho un “adiós para siempre” y el izquierdo un
“váyanse a la mierda”, ambos ojos perdidos y desorbitados, que aun así, daban
mas información que los balbuceos erráticos que salían de su boca
obstruida por el cañón del arma. “Fui a ver a dios, le dejé una nota y desde
entonces no he sabido nada de él” exclamó antes de sacarse la sotana y
encañonarse sobre aquella vieja estatua en medio de la plaza.
Evidentemente no quería que nadie se acerque, era difícil, la multitud iracunda
corría erráticamente en direcciones contrarias, al parecer él no era el único
siervo renunciando a su dogma… yo no corría, el morbo me superaba y me mantenía
ahí, inmóvil como una estatua mirando el espectáculo perfecto, sin policías cerca
para detenerlo. Dios a veces nos juega malas pasadas, y después de siglos, hoy
se animaba a mostrarnos su opera prima y yo estaba ahí en primera fila sin la
más mínima intención de poner pausa.
domingo, 18 de marzo de 2012
domingo, 11 de marzo de 2012
A aquel que no despierta
Los cálidos rayos de sol azotando su cuerpo eran el indicio de que un nuevo amanecer había llegado, pero el silencio al intentar abrir su boca y la oscuridad al querer abrir sus ojos le susurraron al oído que aquel día amaneció para todos, menos para él.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)