No reces por mí, no es necesario, no te arrodilles bajo el sol del amanecer, ni levantes una oración en mi nombre, no es necesario, no la oiré, estoy sordo, estoy lejos, no estoy, no estoy más que en tu mente que no quiere dejarme ir, que no quiere comprender que no me tiene y jamás me tendrá nuevamente, no me mires, no serás capaz de verme, no gastes tu mirada en algo tan banal, tan efímero como un patético y moribundo espejismo azotado y maltratado por los látigos de la memoria, aquella memoria traicionera que todo olvida, todos menos errores y menos aun los fracasos, no veas como aquella memoria me martiriza, me convierte en un monstruo mas de esos que habitan bajo tu cama, bajo tu almohada, en tu armario, en todas partes, que te persiguen, que te acechan en la soledad de tu lecho, no les dejes entrar en tu vida, no les permitas convertirte en aquello que soy ahora.
No te azotes en mi nombre, no me veas en ningún espejo, no soy yo, no es más que un vil reflejo, no me mires, sigo insistiendo, no estoy aquí aunque tus ojos te griten lo contrario, no estoy, nunca he estado, y nunca estaré aquí. No derrames una sola lágrima, no desgastes tu alma cansada, no me inventes ni me imagines a través de aquellos ojos desenfocados y desbordantes de pena y angustia, no es lo que mereces, no es lo que valgo.