jueves, 1 de noviembre de 2012

Vástago


Sentía que caía, así como alguna vez un antepasado habría caído del árbol en el que dormía para terminar siendo devorado por algún carnívoro de gran tamaño, pesado como el plomo y ligero como la pluma atrapado en mitad del aire para que en menos de un segundo se encontrara donde mismo, justo donde recordaba estar, cobijado por aquellas sabanas tan ajustadas y empapado por aquel sudor frío característicos de estas últimas noches.

Una hoja de papel se posaba delicadamente sobre su suelo alfombrado, como arrojada desde algún lugar, dejada por alguien como un mensaje o una advertencia, el temor saturaba el ambiente, ya era la tercera ésta semana que aparecía de la nada, sentía como si alguien las dejara ahí, con algún propósito pero ¿Quién? Si no había nadie más en la casa, nadie más que él en su siempre solitaria cabaña en medio de la nada. Se levantó despacio, sudoroso y temblando, tomó la hoja mientras una presión se asentaba en su pecho, dificultándole la respiración.

De tu cuerda penden mis poemas
sosteniendo frágilmente tu vida
Palabras que sobrevuelan una silla
desmallada e impotente bajo una viga”

Leía lentamente cada palabra, al son de sus latidos inquietos, al ritmo discordante de sus espasmos “Aun es de noche” pensaba inquieto intentando figurar quien podría haber escrito aquellos tres poemas que decoraban lúgubremente su escritorio, quien se habría escabullido durante tres noches seguidas sin hacer el mas mínimo ruido, sin forzar cerraduras, sin romper alguna ventana, Se sentía observado y perseguido, se sentía sólo  como una cebra apartada de la manada a punto de ser devorada por algo, se desplomó sobre la cama en un mar de llantos recordando aquella primera advertencia de hacia ya dos noches.