viernes, 13 de enero de 2012

Alea Iacta Est


Suelo mirar al cielo y preguntarme ¿Hacia dónde carajo vamos? Y la pregunta se vuelve tan distante como su respuesta, no sé si en realidad vamos, quizás sólo estamos parados esperando a que algo venga…  y así mi respuesta es un poco más clara, no sé si vayamos a llegar a algún lado, sólo sé que algo viene, no sé lo que es, sólo sé que lo que sea que venga, se acerca a paso agigantado, no sé en qué nos convertiremos mañana, no sé si me levantare transformado en un energúmeno, en un miembro anónimo de alguna turba enardecida, no sé siquiera si amaneceré vivo mañana, o el día después. Aunque no sea capaz de verlo en el horizonte, ni distinguir su figura con claridad, siento el temblor de sus pasos violentando el suelo, con la furia de  uno de esos colosos de antaño que devoraban a pueblos y grandes urbes, a hombres pequeños y hombres grandes, a ricos y pobres por igual.


Al ver el reflejo de la luna, siento el respirar agitado de un coloso caminando hacia nosotros, con toda la furia de los pequeños hombres devorados, de los pequeños hombres que buscan venganza, oigo su respiración violenta al son de la tierra temblando, al compas de un grito de aliento, siento los vientos de guerra que nos visitan una vez más, como un enjambre de abejas asesinas, con lo letal de la multitud, y la conciencia unida en una sola gran máquina de matar, el paso constante, el paso firme de un caos ineludible, siento el temblor, y veo el agua agitarse, a tal punto que ya ni la luna es capaz de tranquilizarla.

Al dormir puedo sentir el calor de los edificios incinerándose en mis sueños, el caos de una guerra flagrante, puedo sentir el olor del sudor y los gritos de la horda en la que me encuentro inmerso, el pregón de hombres y mujeres por igual, destrozando, arrasando con todo aquello que les impida progresar. En mis sueños veo seres humanos caídos ante las balas de los injustos, y por cada silueta que cae, dos se levantan volviendo del abismo de la muerte, puedo sentir el olor a plomo inundando las calles, puedo sentir el dolor de ver a un compañero caído, y a pesar de ser sólo un sueño, sé que se alzan por una causa justa, mas allá de ideales políticos y religiosos, más allá de cualquier concepto abstracto capaz de dividirnos, veo  gente real, gente despierta, gente que lucha por dar un paso extra.

 Despierto con el sudor y el temor impregnado a la piel, una pesadilla más prendida al cuerpo como una sanguijuela, despierto intentando convencerme de que toda aquella visión fue sólo un sueño loco, como otro cualquiera, me sumerjo en algún libro de fantasía, me impregno del aire de una buena canción, pero desde hace ya varios días que no me puedo engañar a mí mismo, y tengo la sensación de que no es necesario otro libro de fantasía, cuando estamos amarrados a uno, crecemos aminorados a la sombra de peces gordos, viviendo de conceptos inexistentes, donde el grande le quita al pequeño algo que nunca existió, algo que nunca, ninguno de ellos dos tuvo ni tendrá, algo que no existe, pero aun así nos hace poderosos, vivimos encadenados a la eterna ilusión de riqueza y bienestar, vivimos divididos por miles líneas que alguien dibujó en un papel y hasta el día de hoy nosotros estamos convencidos de su existencia.

Quémalo, mira como arde, son sólo manchas sobre un inerte trozo de papel, nunca han sido tu riqueza, nunca han sido tus dioses, nunca han sido tus ideales, nunca han sido tu patria, nunca han sido tu planeta, nunca han sido tu bandera, nunca ha sido tu nombre, nunca han sido tú, nunca han sido yo, porque nosotros nunca hemos sido manchas, ni algo que pueda ser definido en una mugrienta pieza de papel.

Un coloso viene al son de tambores de guerra, a borrar las manchas que deben ser borradas, un coloso con miles de millones de brazos sosteniendo miles de millones de antorchas, con miles de millones de piernas caminando al unisono, con miles de millones de voces, cantando todas el mismo lema… espéralo con los brazos abiertos y amanecerás en un mundo donde víctima, no es sinónimo de presa.

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