
Al ver el reflejo de la luna,
siento el respirar agitado de un coloso caminando hacia nosotros, con toda la
furia de los pequeños hombres devorados, de los pequeños hombres que buscan
venganza, oigo su respiración violenta al son de la tierra temblando, al compas
de un grito de aliento, siento los vientos de guerra que nos visitan una vez
más, como un enjambre de abejas asesinas, con lo letal de la multitud, y la
conciencia unida en una sola gran máquina de matar, el paso constante, el paso
firme de un caos ineludible, siento el temblor, y veo el agua agitarse, a tal
punto que ya ni la luna es capaz de tranquilizarla.
Al dormir puedo sentir el calor
de los edificios incinerándose en mis sueños, el caos de una guerra flagrante,
puedo sentir el olor del sudor y los gritos de la horda en la que me encuentro
inmerso, el pregón de hombres y mujeres por igual, destrozando, arrasando con
todo aquello que les impida progresar. En mis sueños veo seres humanos caídos
ante las balas de los injustos, y por cada silueta que cae, dos se levantan
volviendo del abismo de la muerte, puedo sentir el olor a plomo inundando las
calles, puedo sentir el dolor de ver a un compañero caído, y a pesar de ser
sólo un sueño, sé que se alzan por una causa justa, mas allá de ideales políticos
y religiosos, más allá de cualquier concepto abstracto capaz de dividirnos,
veo gente real, gente despierta, gente
que lucha por dar un paso extra.
Despierto con el sudor y el temor impregnado a
la piel, una pesadilla más prendida al cuerpo como una sanguijuela, despierto
intentando convencerme de que toda aquella visión fue sólo un sueño loco, como
otro cualquiera, me sumerjo en algún libro de fantasía, me impregno del aire de
una buena canción, pero desde hace ya varios días que no me puedo engañar a mí
mismo, y tengo la sensación de que no es necesario otro libro de fantasía,
cuando estamos amarrados a uno, crecemos aminorados a la sombra de peces gordos,
viviendo de conceptos inexistentes, donde el grande le quita al pequeño algo
que nunca existió, algo que nunca, ninguno de ellos dos tuvo ni tendrá, algo
que no existe, pero aun así nos hace poderosos, vivimos encadenados a la eterna
ilusión de riqueza y bienestar, vivimos divididos por miles líneas que alguien
dibujó en un papel y hasta el día de hoy nosotros estamos convencidos de su existencia.
Quémalo, mira como arde, son sólo
manchas sobre un inerte trozo de papel, nunca han sido tu riqueza, nunca han sido
tus dioses, nunca han sido tus ideales, nunca han sido tu patria, nunca han
sido tu planeta, nunca han sido tu bandera, nunca ha sido tu nombre, nunca han
sido tú, nunca han sido yo, porque nosotros nunca hemos sido manchas, ni algo
que pueda ser definido en una mugrienta pieza de papel.
Un coloso viene al son de
tambores de guerra, a borrar las manchas que deben ser borradas, un coloso con miles de millones de
brazos sosteniendo miles de millones de antorchas, con miles de millones de piernas caminando al unisono, con miles de millones de voces, cantando todas el mismo lema… espéralo con los brazos abiertos y amanecerás
en un mundo donde víctima, no es sinónimo de presa.
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