
Un hola silbaba con el viento, un hola malparido por una sonrisa abortada, felicidad cimentada sobre lagrimales, roca solida e irrompible construida sobre un mar de malos recuerdos, pilares titánicos destinados a perderse en el fondo marino junto con aquel hola tan feliz que se hunde con la embarcación mientras un capitán enmascarado mira desde la orilla como aquellas hermosas palabras, aquella hermosa roca pasa a ser sólo un recuerdo más en medio de aquel indolente mar de versos. Estábamos frente a frente, en islotes vecinos, intercambiando palabras destinadas a naufragar en aquel cismático mar de lágrimas, destinadas a ser silencio nuevamente, silencio sepulcral gritando por auxilio desde aquel gélido fondo marino.
Un punzante apretón de manos los unió momentáneamente, el frágil puente entre dos costas no tan distantes, por sobre un mar de caos, por sobre aquella marea indolente, gélida y omnipotente, tumba de grandes edificaciones y palabras bellas, cementerio de poemas, cuna de aquellas palabras naufragas asoladas por tormentas de indiferencia… Tan poca distancia y tan ancho mar de versos inentendibles, de puentes frágiles desarmándose sobre el oleaje, tantos recuerdos y palabras aislados en tan poco espacio, en un simple encuentro cara a cara, mascara a mascara, de hombres que de tanto renegar el color de sus ojos han olvidado su idioma y perdido su alma.
Palabras van, palabras vienen, palabras se pierden y un puente más se desarma a lo lejos, el sonido de su imponencia retumba con eco en el ambiente mientras nuestros ojos olvidados intentan buscarse mutuamente, mi mascara ríe, la tuya también y detrás de nuestros ojos olvidados y decolorados nadie nunca sabrá que es lo que pasa, nadie sabrá si detrás de tu mascara sonriente hay un alma que grita, un alma que llora, o simplemente, un alma, porque nadie nos entiende, porque nadie confía en nosotros, ya que nosotros no confiamos en nadie que no nos entienda… en nadie más que aquella mascara que nos protege y nos mantiene a flote en ésta isla solitaria y hambrienta, rodeándonos de mares turbulentos e innavegables que surcamos con la mirada.
¿Cómo nos veremos desde arriba? sólo dos siluetas enmascaradas en medio de miles de mascaras iguales, en medio de una mañana nublada ¿Nos veremos mejor de lo que nos vemos frente a frente? ¿Nos veremos? Veo tu mascara y evito tus ojos que todo lo esconden para que ellos no vean a los míos que esconden el vacio de la nada, para no recordar aquellos tiempos a rostro descubierto, intercambiando palabras reales, saboreando el tinte de nuestra realidad, y nuestro baile en medio de un mar turbulento rodeando aquella etérea tierra de mascaras que nos sostenía... tierra pisada y reclamada por millones de enmascarados... Tierra de nadie finalmente.
Nos miramos a la cara, no a los ojos, dos palabras un abrazo, un pie delante del otro y continuamos con nuestra marcha, cada uno por su lado, en ésta gélida mañana anaranjada, con nuestras mascaras encarando a un horizonte difícilmente sincero y a una niebla que no arranca, ya olvidé lo que dijiste, ya me despedí de tus saludos, ya escupí sobre tu sombra dilatada y colosal, siento el viento acariciando mis ojos y veo tu figura perderse en medio de un mar de caras blancas, sin saber si ves lo mismo que yo, sin saber si compartimos la misma figura detrás de éste rostro tan ajeno y ya tan familiar ¿Qué ves? Probablemente lo que yo veo y me dispongo a ignorar sabiendo que por el resto del día sólo seremos dos desconocidos más.
Nada más que aquella conversación enmascarada, la reflexión de la mañana, dos siluetas camufladas entre medio de un millón de aves enjauladas, sumergidas y atrapadas, pidiéndole auxilio a la nada, observándose entre la niebla al son de una maquina de café.
Estuvimos todos presentes cuando la torre se derrumbó, como niños con juguete nuevo hicimos mascaras con sus fragmentos, y ahora nos miramos a traves de ellos sin la mas minima intención armarlos.
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